Las y los científicos cubanos creen que los avances logrados en los sectores de salud y tecnología deben utilizarse para salvar y mejorar vidas más allá de las fronteras del país. Por ello, la isla ha establecido importantes alianzas científicas y médicas con organizaciones y Gobiernos de todo el mundo, incluidos los de México, Palestina, Angola, Colombia, Irán y Brasil. Sin embargo, el bloqueo impuesto a Cuba por los Estados Unidos – que dura ya seis décadas – dificulta estos intercambios.
En el encuentro “Construyendo nuestro futuro”, que reunió a jóvenes cubanos y estadounidenses en La Habana durante noviembre del 2022, los científicos del Centro Cubano de Inmunología Molecular (CIM) afirmaron en su ponencia que el bloqueo también perjudica al pueblo estadounidense. Con el levantamiento de las sanciones contra Cuba, argumentaron los científicos, el pueblo de los Estados Unidos podría tener acceso a tratamientos que salvan vidas y que se están desarrollando en la isla, especialmente contra enfermedades como la diabetes, que hace estragos cada año en las comunidades de clase trabajadora.
Una cura para la diabetes
Las y los científicos cubanos han desarrollado una vacuna contra el cáncer de pulmón y un tratamiento innovador contra la diabetes (el Heberprot-P, desarrollado por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Cuba ) que puede reducir en más de cuatro veces las amputaciones de piernas de personas con úlceras de pie diabético. El medicamento contiene un factor de crecimiento epidérmico humano recombinante que, cuando se inyecta en una úlcera del pie, acelera su proceso de cicatrización, reduciendo así las amputaciones relacionadas con esta condición. Sin embargo – y a pesar de que el medicamento está registrado en Cuba y en otros países desde el 2006 – las personas estadounidenses no pueden acceder al Heberprot-P.
Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, la diabetes fue la octava causa de muerte en los Estados Unidos durante el 2020, cobrándose la vida de más de 100.000 pacientes en ese año. “Las úlceras en los pies se encuentran entre las complicaciones más comunes de los pacientes con diabetes”, pudiendo conllevar amputaciones de miembros inferiores, según un informe del Centro Nacional de Información Biotecnológica. Cada año se practican unas 73.000 “amputaciones no traumáticas de extremidades inferiores” a personas diabéticas en los EE. UU. Estas amputaciones se producen a un ritmo desproporcionado en función del color de piel de los y las pacientes, siendo mucho más frecuentes entre las personas negras y marrones que sufren diabetes. Muchos señalan que la causa de esto se encuentra en las disparidades económicas raciales y al racismo médico sistémico.
“Si vas a los barrios afroamericanos de bajos ingresos, es una zona de guerra… Ves a gente que se desplaza en silla de ruedas”, declaró el Dr. Dean Schillinger, profesor de medicina de la Universidad de California-San Francisco, a KHN. Según el artículo, “las amputaciones se consideran una ‘mega-disparidad’ y eclipsan casi cualquier otra disparidad sanitaria por raza y etnia”.
Según diversos informes, la esperanza de vida de un paciente con amputación de miembro inferior tras una diabetes se reduce considerablemente. “[L]os pacientes con amputaciones relacionadas con la diabetes tienen un alto riesgo de mortalidad, con una tasa de supervivencia a cinco años del 40-48%, independientemente de la etiología de la amputación”. Heberprot-P podría ayudar a decenas de miles de pacientes a evitar esas amputaciones; sin embargo, debido al bloqueo, los y las pacientes estadounidenses no pueden acceder a este tratamiento. La población estadounidense tiene un gran interés en desmantelar el bloqueo de los Estados Unidos a Cuba.
“Así que después de cinco años [post-amputación], eso es lo máximo que se puede vivir, y estamos impidiendo que eso suceda”, dijo Rydell Alvarez Arzola, investigador del CIM, en una presentación dada a los jóvenes estadounidenses y cubanos durante la conferencia en La Habana. “Y eso también es algo que podría unir a nuestros dos pueblos [en Cuba y Estados Unidos] para luchar… para eliminar [el bloqueo]”.
La salud cubana bajo bloqueo
Quizás uno de los logros de los que Cuba se siente más orgullosa es un sistema sanitario de renombre mundial que ha prosperado a pesar de la devastación económica y de un bloqueo de 60 años.
Tras la caída de la Unión Soviética en 1991 – el principal socio comercial de Cuba – la isla sufrió un descenso del PIB del 35% en tres años, apagones y una caída en picada de la ingesta calórica. Sin embargo, a pesar de estos desafíos abrumadores, Cuba nunca vaciló en su compromiso de proporcionar asistencia sanitaria universal. La salud universal, o el acceso a una asistencia sanitaria gratuita y de calidad para todos y todas, es una antigua reivindicación de los movimientos populares estadounidenses, que nunca se ha concretado debido, en gran medida, al modelo con ánimo de lucro de la industria sanitaria y a los enormes intereses corporativos en el sector.
Mientras otras naciones promulgaban medidas neoliberales de austeridad – que recortaron drásticamente los servicios sociales en las décadas de 1980 y 1990 – el gasto público en salud de Cuba aumentó un 13% entre 1990 y 1994. A mediados de la década de 1990, Cuba logró elevar la proporción de médicos por paciente a un médico por cada 202 cubanos, una estadística mucho mejor que la de los Estados Unidos, con un médico por cada 300 personas, según un censo de 2004.
Comenzando la séptima década de bloqueo, Cuba no sólo mantiene la salud universal, sino que sigue estando a la vanguardia de los avances científicos a escala mundial.
Esto quedó patente durante la crisis del COVID-19. Ante la imposibilidad de adquirir vacunas desarrolladas por empresas farmacéuticas estadounidenses debido al bloqueo, Cuba desarrolló cinco vacunas. La nación no sólo logró su objetivo de crear una de las vacunas más eficaces contra la COVID-19, sino que también lanzó, en septiembre de 2021, la primera campaña de vacunación masiva contra COVID-19 para niños y niñas de dos a 18 años.
Compartir conocimientos sin restricciones
A pesar de sus logros, la salud cubana sigue enfrentándose a graves limitaciones que ponen en peligro la vida debido al bloqueo económico. El CIM, por ejemplo, ha tenido dificultades para encontrar empresas internacionales dispuestas a llevar a cabo servicios vitales para ellos. Claudia Plasencia, investigadora del Centro, explicó durante la conferencia que el CIM había firmado un contrato con una empresa alemana de síntesis genética que luego se echó atrás porque había firmado un nuevo contrato con una empresa estadounidense. “No podían seguir procesando nuestras muestras, no podían seguir haciendo negocios con Cuba”, dijo Plasencia.
Arzola explicó cómo es prácticamente imposible adquirir equipos de alta gama debido a las restricciones comerciales. “Un citómetro de flujo es una máquina que cuesta un cuarto de millón de dólares… aunque mi laboratorio tenga el dinero, no puedo comprar la mejor máquina del mundo, que es de los Estados Unidos, todo el mundo lo sabe”, dijo. Incluso si el CIM comprara esa máquina a un tercero, no podría utilizar los servicios de reparación de los Estados Unidos. “No puedo comprar estas máquinas aunque tenga el dinero, porque no sería capaz de repararlas. No puedes gastarte un cuarto de millón de dólares cada seis meses [comprando una máquina nueva]… aunque sepas que esta [máquina] es la mejor para tus pacientes”.
Hablé con Marianniz Díaz, una joven científica del CIM. Cuando le pregunté qué podíamos hacer en los Estados Unidos para ayudar a los científicos del CIM, su respuesta fue directa: “Lo principal que se puede hacer es eliminar el bloqueo”.
“Me gustaría que tuviéramos una interacción sin restricciones, para que [Cuba y EE. UU.] podamos compartir nuestra ciencia, nuestros productos, [y] nuestros conocimientos”, me dijo.
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