Declaración del Partido Socialista de los Trabajadores
La siguiente declaración del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores fue emitida el 11 de octubre por Jack Barnes, secretario nacional del partido.
El Partido Socialista de los Trabajadores exige que el gobierno norteamericano ponga fin a su guerra económica, comercial y financiera de 63 años contra el pueblo de Cuba. Inmediatamente. Sin condiciones.
Esta política brutal ha sido impuesta por cada una de las 13 administraciones demócratas y republicanas desde 1959. El objetivo de los gobernantes capitalistas de Estados Unidos ha sido aplastar el espíritu del pueblo trabajador de Cuba, la revolución socialista que llevaron a cabo y han defendido por más de seis décadas, y el ejemplo que representa para los trabajadores en Estados Unidos, Américas y todo el mundo.
El impacto acumulativo de esta arremetida imperialista tan abarcadora se ha magnificado en las últimas semanas por los efectos del huracán Ian, que dañó o demolió decenas de miles de viviendas y fincas en las provincias occidentales de Pinar del Río y Artemisa, contaminó suministros de agua y sumió la mayoría del país en la oscuridad por más de un día.
Este desastre social, fabricado en Washington, se suma al voraz incendio petrolero del 5 de agosto en Matanzas, que destruyó la mitad de la capacidad de almacenaje del mayor centro de distribución de petróleo en Cuba.
Debido a las prohibiciones comerciales y sofocantes sanciones bancarias internacionales, los cubanos siguen enfrentando graves escaseces de medicamentos y equipos médicos, combustible y otras necesidades vitales. El impacto de estas medidas imperialistas se ve multiplicado por la explosión de precios, el aumento de las tasas de interés y la estanflación (estancamiento con inflación) provocados por la crisis de producción y comercio del capitalismo mundial, junto con las consecuencias de la pandemia del COVID y la invasión de Ucrania por las fuerzas de Moscú.
Para los trabajadores y nuestros aliados en Estados Unidos —la potencia imperialista que impulsa esta incesante agresión— no puede haber un momento más urgente para que todos los opositores del embargo de Washington exijan a la Casa Blanca de Biden y al Congreso: ¡Alto a la guerra económica contra Cuba YA! En todos sus aspectos. ¡Y que renuncien a reimponerla!
No podría haber un mejor momento para explicar los hechos y ganarnos a un creciente número de trabajadores y jóvenes a esta decisiva batalla política.
En cambio, el People’s Forum (Foro del Pueblo), con sede en Nueva York, publicó, en una página entera de la edición dominical del New York Times del 2 de octubre, un “Llamado urgente al presidente Biden” rogando a la administración Biden que suspenda las sanciones, “aunque sea solo por los próximos seis meses, para comprar los materiales de construcción necesarios para RECONSTRUIR” [cursivas añadidas].
Qué traición a la obligación elemental de los que aquí en Estados Unidos nos oponemos al asalto de Washington contra la soberanía de Cuba. Qué traición a los intereses del pueblo trabajador de ambos lados del Estrecho de Florida.
Independientemente de nuestros puntos de vista sobre otros temas, ahora es el momento de unirnos para exigir que Washington ponga fin al embargo de manera inmediata e incondicional. No que lo suspenda por unos meses. No que lo haga un poco más tolerable, antes de que los gobernantes norteamericanos lo vuelvan a imponer. ¡Que le pongan fin!
Para los que viven en Estados Unidos, exigir algo menos que eso le da legitimidad política a la guerra económica que Washington ha librado contra la Revolución Cubana durante décadas. También exigimos que el gobierno norteamericano cese toda manifestación diplomática y política de esa trayectoria hostil.
Los gobernantes imperialistas de Estados Unidos y sus dos partidos políticos no necesitan consejos sobre cómo hacerlo. Ellos no necesitan lecciones sobre las muertes y los destrozos causados por su guerra económica: ese es precisamente el objetivo de los gobernantes y lo ha sido durante más de seis décadas. Según lo planteó el infame “memorando Mallory” del Departamento de Estado en abril de 1960: “La mayoría de los cubanos apoyan” la revolución. Por tanto, la política de estado necesaria del gobierno norteamericano debe ser la que “tenga mejores resultados para negarle dinero y suministros a Cuba, para disminuir los salarios monetarios y reales, para provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Los trabajadores y agricultores cubanos en armas muy rápidamente dieron al traste con el objetivo de Washington de instigar el “derrocamiento del gobierno”. Esos intentos de los gobernantes norteamericanos recibieron golpes políticos y militares perdurables en abril de 1961 con la derrota de los mercenarios organizados por Washington durante la invasión de Playa Girón a manos de las milicias, fuerzas armadas y policía revolucionarias cubanas.
En una movilización de cientos de miles de personas en La Habana para aprestarse a aplastar esa agresión, Fidel Castro confirmó lo que la propia experiencia de lucha de clases ya les había enseñado a las masas trabajadoras cubanas. “Esta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes”, dijo Fidel. “Y por esta revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida”.
Dirigiéndose al presidente Biden, el People’s Forum suplica: “El pueblo de Cuba es parte de nuestra familia, la familia humana. No permita que las políticas obsoletas de la Guerra Fría impidan que las personas amantes de la paz ayuden a los cubanos a reconstruir… Estados Unidos no pierde nada siendo un buen vecino y permitiendo que Cuba se recupere completamente de este trágico momento”.
Pero no existe un “Estados Unidos” políticamente homogéneo; está dividido en clases. A diferencia del pueblo trabajador de este país, las familias acaudaladas a quienes representan los partidos imperialistas, el Demócrata y el Republicano, sí tienen mucho que perder si “permiten que Cuba se recupere”. Por eso la Casa Blanca de Biden se ha obstinado en imponer el paquete de sanciones más punitivo contra Cuba hasta la fecha. Los capitalistas tienen la esperanza de que su inhumana política, que han llevado a cabo durante décadas, esté funcionando.
Sus acciones —desde que subyugaron a Cuba en lo que se llama aquí la Guerra Hispano-Estadounidense de fines del siglo 19— demuestran que nada les importa “la familia humana”. Les importa elevar sus tasas de ganancias e intensificar la explotación del pueblo trabajador, sean cuales sean las consecuencias para nuestras familias. Y la trayectoria de Washington no tiene nada que ver con “políticas obsoletas de la Guerra Fría”. Tiene que ver con la revolución socialista cubana: con el ejemplo que nos dan los trabajadores y agricultores que hicieron esa revolución y que la defienden hasta el día de hoy.
Los gobernantes estadounidenses están decididos a enterrar esa revolución en una montaña de mentiras y sofocar todo interés político entre los trabajadores y agricultores en emular lo que han logrado nuestros hermanos y hermanas en Cuba. Es lo que los patrones intentan hacer con cada huelga y lucha de los trabajadores en Estados Unidos.
Su odio —y temor— del pueblo trabajador de Cuba es de hecho una extensión de su desprecio de los trabajadores aquí que luchan para defender nuestras libertades constitucionales contra los ataques de la Casa Blanca, el FBI y otras instituciones represivas del estado capitalista. Su temor de los obreros ferroviarios, mineros del carbón, obreros panaderos y otros trabajadores que se están organizando para fortalecer nuestros sindicatos, luchando por condiciones de trabajo seguras, por salarios que suban más rápidamente que la inflación y por jornadas de trabajo más cortas que nos permitan compartir la vida con nuestras familias y participar en la actividad sindical y política. Su desprecio de las decenas de millones de personas que luchan contra la explotación, la opresión de los africano-americanos y las mujeres, y contra las guerras engendradas por las relaciones sociales capitalistas del “sálvese quien pueda”.
Cuando el ministro del exterior cubano Bruno Rodríguez estuvo en Nueva York para dirigirse a la Asamblea General de Naciones Unidas, le preguntaron el 27 de septiembre si el gobierno de Cuba, frente a la imposición de cientos de nuevas sanciones norteamericanas en los últimos años, “volvería a negociar algo con Estados Unidos después de esto”.
“Tendremos que hacerlo”, señaló el canciller, como siempre ha hecho el gobierno cubano cuando hay una oportunidad para “restablecer el diálogo” sobre la base de la soberanía y el respeto mutuo. El personal diplomático cubano busca toda ventaja en este sentido que puedan extraer mediante conversaciones con Washington y otros gobiernos sobre las brutales sanciones, la eliminación de Cuba de la infame lista de “estados patrocinadores del terrorismo”, el estatus del territorio cubano ocupado por Washington en Guantánamo, asuntos migratorios, temas de narcotráfico y desastres ambientales. Esa es la obligación del gobierno cubano con el pueblo cubano, obligación que ha cumplido con dignidad y honor desde los primeros días de la revolución.
No obstante, la responsabilidad del movimiento obrero y de otros en este país que defendemos la soberanía nacional y la independencia de Cuba no es la misma. Es Washington —que falsamente dice hablar en nombre del pueblo de Estados Unidos— el que ha lanzado incesantes ataques contra la Revolución Cubana desde 1959. Los opositores de esa política reaccionaria aquí en Estados Unidos, a diferencia de las propuestas en el anuncio en el New York Times, no debemos ceder ni un tantito, ni una pulgada, a cualquier usurpación de la soberanía de Cuba.
El programa revolucionario, la confianza, la conducta proletaria y la actividad del Partido Socialista de los Trabajadores se han visto renovados y fortalecidos a través de las décadas gracias a la firmeza del pueblo trabajador cubano y del gobierno cubano en la defensa de lo que han conquistado. Con palabras y sobre todo con hechos, seguiremos divulgando la verdad sobre su revolución socialista al pueblo trabajador en Estados Unidos, y dondequiera que podamos llegar.
¡Alto a la guerra económica, comercial, financiera y diplomática de Washington contra el pueblo de Cuba! ¡Ya!
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