Por William Pérez Vega 13 de agosto de 2016, Comerío, PR
(Al comandante del siglo, Fidel Castro Ruz, a los 90 años de un nacimiento que nace cada día)
Nos vimos de frente
en este siglo que degolla los pueblos,
el traje del asombro en los olivos,
la mochila cargada de palabras
y un fusil que no descansa
en las noches de este continente,
ibas recién llegado de la sierra
como una maestra que dicta lecciones
y un signo de admiración en la consigna
o como decir, la guerrilla del amor,
andabas reclutando voluntarios
para derrotar canallas, ese sueño de tantos,
siempre me dijiste que debía
cambiar el afán por los pasos
llegar a la molécula de todos los rincones,
armada de risas la mirada,
construir el alba en los aperos,
cargar el fusil de sueños a quemarropa,
aprender el abecedario que derrumbe los bloqueos,
callar solo cuando nos preparamos para el grito
como una botella de mensajes
que estalla de pronto en arrecifes
hasta desbloquear el abrazo y la justicia.
Te confesaba que, como tú,
sueño cinco franjas, el cielo y la estrella sola,
te conté al oído mis utopías:
la de un país sin analfabetas,
sin niños y niñas que pidan en la calle
porque el hambre duele,
que solo sería feliz
cuando los dueños de la salud
dejaran de cobrar por mi dolor,
cuando mi gente supiera cortar las garras a la rapiña
y pintar de sangre invasora la arena de mis playas
y en lugar de escogidos por los dioses,
los pueblos sean escogidos por los pueblos,
algo así como una revolución llamada solidaridad.
Recuerdo que esa vez, me regalaste una mirada tranquila como una sonrisa que reparte panes y peces, una palmada al hombro como si me dijeras que tienes una isla donde ya no hay que esperar por ese sueño, me aseguraste que lo lograríamos y nos fuimos juntos en el archipiélago para otra historia.
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