"Ojalá pueda usted liberarse de la extorsión a la que lo somete el imperio con su ejército de operadores, pseudoperiodistas, diplomáticos contratados y politiqueros venales que lo atacan día y noche y reconozca, de una vez, que Nicolás Maduro es el legítimo presidente de Venezuela y que las denuncias de la oposición carecen de todo fundamento, como ha quedado probado en sede judicial."
Noticias del día informan por diversos medios de la globosfera hispanoparlante que el gobierno del Brasil no aceptará el fallo de la Sala Electoral del Tribunal Supremo Constitucional de Venezuela en el litigio por el resultado de las elecciones. En similar tesitura se encuentran los gobiernos de Colombia y México y, con una postura más beligerante, el de Chile.
¿Qué es lo que revela esta actitud? Simple: la enorme eficacia del poder de chantaje del imperio, que a través de una ofensiva mediática, diplomática y económica sin precedentes (peor aún que la que sufriera el presidente Salvador Allende en Chile porque en esa época los medios tenían un poder de fuego mucho menor y las redes sociales aún no habían nacido) ha logrado instalar como una certeza inapelable la idea de que la elección de Nicolás Maduro fue fraudulenta.
Tal embuste no es otra cosa que una muestra más del poder de la propaganda elaborada por las usinas de mentiras y fake news basadas en Estados Unidos, que desde hace meses venían anunciando que habría fraude en las elecciones venezolanas. Y lo anunciaban con la misma irresponsabilidad e impunidad con la que antes decían que había armas de destrucción masiva en Irak. Desgraciadamente, los gobiernos latinoamericanos parecen impotentes para neutralizar la extorsión diseñada en Washington y ejecutada por centenares de medios y machacada por miles de lenguaraces que vociferan a coro la misma melodía: ¡hubo fraude, muestren las actas!
Pero resulta que cuando el miércoles pasado la derecha tuvo ocasión de mostrar las actas que demostraban su triunfo ante la Sala Electoral del Tribunal Superior Constitucional sus voceros no mostraron absolutamente nada. Es más, dijeron textualmente y cito que ellos “no tienen actas de escrutinio de los testigos de las mesas, ni listados de testigos, aduciendo además que no participaron en el proceso de traslado y resguardo de material alguno. Igualmente, señalaron que la organización SUMATE es parte del equipo asesor técnico de la Alianza Plataforma Unitaria Democrática, y a su vez desconocieron quien o quienes realizaron la carga de la información de las presuntas actas de escrutinio en la página web de esa organización que le otorgaban la victoria a Edmundo González Urrutia.”
Pese a tan rotunda confesión, el gobierno del presidente Lula da Silva sigue exigiendo que “se muestren las actas”, actitud no sólo insólita e irrespetuosa de los asuntos internos de un estado hermano sino que además resulta paradojal porque, ¿dónde están las actas que demuestran que Lula ganó las elecciones del 2022? ¿Las exhibió alguna vez? No, pese a las denuncias de los bolsonaristas y de Steve Bannon. Tampoco las exhibieron, porque no las hay, Joe Biden, y varios gobernantes más. Lo que ocurre es que en el sistema electoral brasileño, menos confiable que el venezolano, esas actas no existen; no hay comprobantes en sostén papel que confirmen el resultado electoral que arrojan las máquinas de votación. Sólo existe la ciega y suicida confianza en que éstas no pueden ser hackeadas y el resultado electoral que proporciona el dispositivo informático es la fiel transcripción de la voluntad ciudadana. Creencia por lo menos temeraria, cuando no absurda o irrisoria. Precisamente por esta falta de transparencia, al no poder cotejar el resultado electrónico con las papeletas electorales, países como Reino Unido, Alemania, Finlandia, Holanda, Irlanda, Kazajistán y Noruega han prohibido el voto electrónico. Repito: ¿dónde están sus actas, presidente Lula? ¿Por qué se las exige ahora al gobierno bolivariano?
El gobernante brasileño y sus asesores deberían en cambio tener muy en claro que lo que está en juego en Venezuela no es el veredicto electoral sino la apropiación por parte de Estados Unidos de las inmensas reservas petroleras de aquel país. Es una inocentada pensar que toda esta metralla del sicariato mediático es por unas actas o un porcentaje de votos. “Es el petróleo, estúpido”, podemos decir parafraseando a Bill Clinton. Y la voluntad de saqueo de Washington no va a aplacarse robándose tan sólo el petróleo venezolano. Tome nota, presidente Lula: también vienen por el “Presal” brasileño, que con sus casi 14.000 millones de barriles -nada, en comparación a los más de 300.000 que posee Venezuela- constituye aun así un bocado que excita el insaciable apetito del imperio y ya verá como también tratarán de apoderarse de esa riqueza que pertenece a todos los brasileños.
¿Le parece casual que la IVª Flota de Estados Unidos, desactivada desde 1950, se haya reactivado en 2008 pocos meses después de que usted anunciara el descubrimiento del Presal, saludándolo como “la segunda independencia para el Brasil”? No hay casualidades en el mundo de la geopolítica, presidente. Pero para apoderarse del petróleo y gas brasileños, Washington primero debe romper el bloque sudamericano y fomentar la enemistad entre Brasil y Venezuela, impedir que estos dos grandes países puedan actuar de consuno y así quedar inermes ante el imperio. Están a punto de lograrlo. Ojalá pueda usted liberarse de la extorsión a la que lo somete el imperio con su ejército de operadores, pseudoperiodistas, diplomáticos contratados y politiqueros venales que lo atacan día y noche y reconozca, de una vez, que Nicolás Maduro es el legítimo presidente de Venezuela y que las denuncias de la oposición carecen de todo fundamento, como ha quedado probado en sede judicial. Y, además, que se elabore sin más demora un proyecto conjunto en el marco de la Unasur, para defender las enormes riquezas de Sudamérica. De no ser así, éstas pasarán vía la IVª Flota y el Comando Sur, a manos de Estados Unidos.
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